La moral es la ciencia que enseña, no cómo hemos de ser felices, sino cómo hemos de llegar a ser dignos de la felicidad (Immanuel Kant) |
DISCURSO ACTUAL
Hoy, más que nunca, se insiste en
la necesidad de respetar las normas éticas cuando se investiga. Sin embargo, la
experiencia nos muestra que, una vez más, hay una gran brecha entre el decir y
el hacer, y que aquello que se sostiene discursivamente no siempre encuentra su
correlato en la praxis.
Esta situación es particularmente
preocupante en países emergentes donde suelen llevarse a cabo grandes estudios
epidemiológicos, así como ensayos farmacológicos en distintas fases
patrocinados por los países centrales. Distintas características de la
población de dichos países periféricos (pobreza, analfabetismo, desinformación,
entre otros) se conjugan para hacer vulnerables a los miembros de estas
comunidades. Asimismo, la legislación de estos países suele ser bastante
permisiva, o bien, si no lo es, la deficiencia en los mecanismos de control hace
que, en la práctica, esta permisividad sea un hecho.
Muchos países emergentes carecen
de un marco regulador que proteja a los sujetos de investigación y si, en el
mejor de los casos, este marco existe, suele ser laxo o carecer de efectividad
en su aplicación. No es casual que los países centrales elijan estas latitudes
para esos fines (1). Conviene recordar aquí la clásica distinción entre
"legalidad" (conformidad con el derecho positivo) y
"legitimidad" (conformidad con la ética) y que no todo lo legal es
legítimo. El hecho de que el marco legal de un país periférico permita llevar a
cabo una investigación no es condición suficiente para realizarla, si ella carece
de legitimidad.
La actividad científica como
cualquier actividad humana no está eximida de cuestiones éticas. Son los
científicos, en tanto personas, y la ciencia, en tanto institución, quienes
deben asumir la responsabilidad por las consecuencias, tanto beneficiosas como
perjudiciales, que tenga su actividad. El científico, al elegir un curso de
acción entre otros, asume el riesgo de dicha elección y si ha tenido libertad
al hacerlo ha de responder por las consecuencias de su elección.
BIBLIOGRAFÍA
Outomuro,
D. (2004). Reflexiones sobre el estado actual de la ética en investigación en
Argentina. Acta bioethica, 10(1), 81-94.
DISCURSO ÉTICO CONTEMPORÁNEO
El problema de la ética formal es
que le falta el contenido. No interesa lo que se discuta; lo que interesa es
que se cumplan las reglas democráticas del discurso, lo cual me parece
correcto, en cuanto a lo democrático, pero no advierte el contenido
fundamental. En cambio, la ética (que propongo) se afirma como una ética de la
vida, pero no por razón de la vida misma, sino por aquellos que no pueden vivir.
El deber ético de cambiar las cosas para que vivan los que no pueden vivir no
se ve, sino se parte de una ética de la vida.
La ética no es algo accesorio de
lo que podríamos prescindir, como serían los juicios de valor, que está bien
hacer, pero no pasa nada si no se hacen. No. La ética tiene que ver con la vida
y con la muerte de la humanidad. Si no tenemos un cierto criterio ético, vamos a
hacer que la vida siga el camino de un suicidio colectivo.
La ética tiene un criterio de verdad
para descubrir lo que las cosas son, es decir, la vida y la muerte. La vida,
como criterio de verdad, y no de verdad teórica, que viene después; sino de
verdad práctica, que es la primera que usamos para cumplir funciones, que siempre
son funciones de la vida. El ser humano, desde su origen, descubrió lo que las
cosas eran para manejarlas en función de la reproducción de su vida.
La ética de los valores, que
parecería ser más espiritual, no puede justificarse porque los valores, al fin
¿qué son, cómo funcionan, cómo se encarnan? Yo no creo que la ética de los
valores; creo en la ética de la vida, tiene valor aquello que reproduce la
vida. Los valores se garantizan en la medida en que reproducen; es decir, si la
justicia es importante, no lo es porque sea un valor en sí, sino porque los
actos que dan a cada uno lo que le es debido, permiten la reproducción de la
vida, y esto es central en la vida política. No es una ética de valores, sino
una ética empírica que se funda en la posibilidad de la reproducción de la
vida, y de la participación libre del afectado, y de hacer cosas factibles,
empírica, histórica, económicamente, es decir, pisando tierra.
Desde los enfoques cognitivo
evolutivos del desarrollo moral, la meta central del desarrollo psicológico es
la integración de una identidad personal que alcance el nivel de autonomía
moral, en el sentido kantiano, en el cual se lograría una mayor diferenciación
e integración del sí mismo. Sin embargo las interpretaciones y distorsiones de
este concepto desde la psicología, han llevado a un excesivo énfasis de la
autonomía, desembocando en posturas individualistas y en la exacerbación del
narcisismo. Se plantea la necesidad de reinterpretar el concepto de autonomía desde
la ética de la responsabilidad solidaria, construyendo la autonomía en términos
intersubjetivos, ejerciéndola a través del diálogo y de la acción, como el
resultado de la puesta en común de distintos puntos de vista. Nos referimos a
la autonomía moral solidaria en el sentido de una autonomía enraizada en el
desarrollo del ser y cuyo elemento vital es la solidaridad de los hombres que
se reconocen y son reconocidos como libres
BIBLIOGRAFÍA
Dussel, E. (2000). El reto actual
de la ética: detener el proceso destructivo de la vida. Dieterich (comp.), El fin
del capitalismo global, 143-151.
Sepúlveda Ramírez, M. G. (2003).
Autonomía moral: Una posibilidad para el desarrollo humano desde la ética de la
responsabilidad solidaria. Revista de psicología, 12(1).
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