domingo, 26 de noviembre de 2017

FASES DEL PROCESO DE TOMA DE DECISIONES

¿Qué virtudes éticas se requieren en cada fase del proceso de toma de decisiones?

Según (Manuel Guillén Parra, 2006) menciona lo siguiente:

DIAGNÓSTICO

Entre las virtudes requeridas en la fase de «diagnóstico» del problema durante el proceso de toma de decisiones adquieren especial relevancia cuatro hábitos del carácter: la objetividad, la prudencia, la fortaleza y la humildad, que disponen al que decide para hacerlo mejor, en su sentido técnico y ético.
La prudencia ha sido ya estudiada con detalle en el epígrafe anterior, y es lógico que aparezca en la primera fase del proceso de decisión, pues ayuda a «acertar» en los medios en orden a lograr los fines.
La objetividad implica que el análisis de la situación, el diagnóstico, no estará desvirtuado por la presencia desproporcionada de los sentimientos o deseos de quien decide.
La fortaleza facilita resistir las amenazas o debilidades y acometer las oportunidades haciendo uso de los medios con los que se cuenta. Este hábito del carácter supone vencer las dificultades, los obstáculos y los temores que puede producir el descubrimiento de aspectos negativos en el análisis racional, y lanzarse a acometer su resolución
La humildad es la virtud o cualidad humana que lleva al conocimiento propio, tanto del que decide como de la organización en la que se encuentra, admitiendo lo que se posee y aquello de lo que se carece.




 DISEÑO

Si analizamos la siguiente etapa en el transcurso de la decisión humana, hay dos virtudes que cooperan a realizar mejor la fase de «diseño» de alternativas en el proceso de decisión: la magnanimidad y la audacia.
La magnanimidad es el hábito de proponerse metas altas, separando la magnitud de lo logrado de la referencia a uno mismo. Un punto que conecta de modo aparentemente paradójico con la humildad. Pues humildad no es apocamiento en los medios o los fines, sino contar con la realidad del conocimiento propio y de quienes constituyen la organización, algo compatible con tener metas altas. La persona que toma decisiones procurando el mayor bien posible, está en condiciones de lograr mejores resultados. «Magna anima», alma grande, supone contar con ambiciones nobles en el diseño de alternativas para el logro de los mejores resultados posibles. Cuando las virtudes descritas aquí se presentan en unión armónica en la persona que decide, guiadas por la prudencia, facilitan el logro de los mejores resultados con los medios disponibles. Facilitan la eficacia, la eficiencia y la ética.
La audacia es la virtud que dispone a acometer las metas altas, aun sabiendo que hay que superar limitaciones y carencias en las capacidades actuales. Si la virtud de la magnanimidad conectaba con la de la humildad, la de la audacia conecta con la fortaleza, pues requiere en no pocas ocasiones «sacar fuerzas de flaqueza» para dar lo mejor de sí mismo. Audaz es quien hace lo que se ha propuesto, a pesar de lo alto de la meta y lo difícil del empeño. En el ejemplo de la compra de ordenadores, estas virtudes llevarían a no conformarse con «cualquier cosa» en el análisis de alternativas, buscando de modo esforzado el mejor producto, pensando en quien ha de usarlo y en gastar los menores recursos para lograrlo.

ELECCIÓN

En la fase del proceso de toma de decisiones en la que se requiere seleccionar una alternativa y ponerla en práctica, los profesores Llano y Llano, mencionan como más relevantes tres hábitos del carácter. Así, las virtudes que adquieren mayor importancia en la fase de elección en la toma de decisiones son: la fortaleza,  la constancia y la confianza.
La fortaleza, de esa disposición habitual para acometer tareas difíciles superando los miedos y dificultades. Y si la fortaleza es la virtud para decidir superar el temor.
La constancia es la virtud humana contra el cansancio, esa disposición estable del carácter que lleva a no detenerse ante la dilación en la consecución de los objetivos, ni a amilanarse ante el desgaste que produce el paso del tiempo.
La confianza, como virtud en la toma de decisiones, constituye la esperanza en que se logrará lo decidido, y en el caso en que sean otros los que deban ponerlo por obra, la seguridad de que obedecerán, que querrán lograr lo decidido y pondrán los medios.


REVISIÓN

Una de las virtudes que adquieren más relevancia son las mismas que las de la fase de elección, pues los autores mencionados utilizan un concepto amplio del concepto de elección, al que llaman mando, y en el que estaría incluido el control, o mejor, la revisión de la decisión.

¿Alguna vez te has preguntado cómo los directivos o responsables de cualquier área dentro de una organización toman una decisión?

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1 comentario:

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