Es una rama de la ética aplicada.
Se ocupa del estudio de las cuestiones normativas de naturaleza moral que se
plantean en el mundo de lo negocios. La gestión empresarial, la organización de
una corporación, las conductas en el mercado, las decisiones comerciales, etc.
La ética empresarial se distingue, por un lado, de las ciencias empresariales o
económicas puramente descriptivas (sin pretensiones normativas) tales como la
econometría o la historia económica. Por otro lado, se diferencia de saberes
con pretensiones normativas pero no de naturaleza moral, tales como la economía
política o la contabilidad. Todas las ciencias con pretensiones normativas han
de confrontar en algún momento sus supuestos normativos con preguntas como
¿cual es el fundamento de la pretensión normativa de esta ciencia? ¿en qué
certezas basa su pretensión de proponer criterios justificados para la decisión
y la acción? ¿son estos criterios universalmente válidos? etc.
Cuando el comportamiento humano es éticamente bueno, hace mejor a la persona mediante la generación de hábitos, la hace virtuosa, mejor persona, con cualidades humanas que permiten calificarla de persona, más o menos, excelente: buena, sincera, justa, amable, etc. Esta calidad humana o excelencia personal, la hace merecedora de confianza por parte de quienes la rodean en una organización, y cuando el clima general en la organización es de confianza, basada en los comportamientos habitualmente buenos de sus miembros, esta confianza se puede trasladar al entorno de la organización.
El buen comportamiento genera confianza en su dimensión ética y ésta se transmite del plano personal al organizacional y de éste al entorno; mientras que el comportamiento éticamente reprobable destruye confianza, de ahí que se pudiera calificar esta relación como la de un círculo virtuoso de construcción de confianza o bien como un círculo vicioso de destrucción de confianza.
La buena reputación corporativa es el juicio positivo que se realiza de una organización, basado en la percepción de que su comportamiento es bueno. La organización que actúa bien en sentido ético, se hace digna de confianza en este ámbito. Y la confianza, como la reputación (o la imagen, en un plano más superficial), constituyen juicios de valor realizados por terceros, que son siempre consecuencia, de modo que se puede incidir en su fuente, pero no siempre asegurar que se produzca como resultado final.
El círculo de la construcción de la confianza permite entender las organizaciones en términos relacionales y no exclusivamente transaccionales. La confianza que se genera en los comportamientos entre personas, organización y entorno, estabilizan las relaciones humanas, y no las reducen exclusivamente a contratos. Junto a esto, cualquier persona que se incorpora a una organización puede convertirse en constructor de confianza. El liderazgo en este punto no está restringido a una minoría. Si una organización está tan enferma desde el punto de vista ético que logra deshumanizar a quienes la integran, cualquier persona honesta que la integre se encontrará ante el reto de intentar reconstruir lo que está dañado. Si la tarea resulta imposible, otros lugares habrá en los que poder cooperar al bien común. Al fin y al cabo, toda organización, por ser creación humana, debería estar al servicio de la persona.
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El impacto que tiene la actividad de una organización en la sociedad (en los grupos implicados, o stakeholders, y en el resto de agentes sociales) es muy diverso, y vendrá determinado en gran medida por la naturaleza de la propia actividad, su tamaño, su entorno, etc. Cuando existe una estrategia de actuación social, ya sea reactiva, interactiva o proactiva, será necesario contar con políticas y programas explícitos que incorporen la dimensión ética en la gestión del día a día y con medios para evaluar los resultados de esta gestión.
Estos instrumentos de gestión para una actuación social ética, son, en definitiva, mecanismos o herramientas prácticas que permiten gestionar y evaluar las estrategias de responsabilidad social ética en las organizaciones, tanto en el ámbito interno como en el externo. Dada la proliferación, especialmente en el ámbito internacional, de instrumentos de gestión para la actuación éticamente responsable, la revisión que se presenta aquí no puede ser exhaustiva, ni pretende serlo. El objetivo de la descripción de algunos de estos mecanismos es el de facilitar la reflexión acerca de su existencia y utilidad.
Se distinguen dos enfoques en la descripción de algunos de estos instrumentos: el de aseguramiento de la actuación ética y el de excelencia en la actuación ética. En la distinción que se propone aquí se toma como referencia lo sucedido en el ámbito de los sistemas de gestión de la calidad en términos más generales, en los que se ha basado precisamente el nacimiento y desarrollo de buena parte de los sistemas de gestión relacionados con actuaciones éticamente responsables.
La Norma está compuesta por un conjunto de documentos interrelacionados y la exigencia de elaboración de una serie de Registros, que permitirían a una organización demostrar tanto internamente, como hacia el exterior, por la vía de auditorías, que su actuación es consecuente con el compromiso adquirido de implantar un sistema de gestión ética que supera la mera posesión de un Código de Conducta. Como se declara en la propia norma, «la Política de la Gestión Ética supone una declaración de principios en los que se basará la gestión general, de acuerdo como mínimo con esta
Norma, cuya implantación es auditable en términos de comprobación»
El Modelo de Excelencia (EFQM) puede ser considerado un instrumento de gestión para la actuación social ética, aunque, como su propio nombre indica, es más un modelo global de gestión que un sistema o una norma. No se centra exclusivamente en los procesos y sistemas, sino que establece toda una filosofía que implica a procesos, sistemas y personas, apoyándose en unos principios de excelencia, entre los que está la responsabilidad social.
Sería contraproducente no contar con fines claros acerca de la dimensión ética, como lo sería convertir en fines lo que en realidad son medios. La construcción de la confianza y la reputación de una organización pasan necesariamente por actuaciones honestas en sus fines y en sus medios. O lo que es lo mismo, es necesario poner los medios para actuar bien, y no es malo que esto sea conocido, pero sería contraproducente que se buscara dar imagen de lo que no se es, pues los hechos son los que terminan por sustentar la confianza y la reputación.
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La actuación social ética como la perspectiva teórica que defiende que la responsabilidad social de una organización debe estar integrada en todas sus acciones y, por tanto, debe contar con principios éticos de responsabilidad social, con procesos para su puesta en práctica y con instrumentos para la evaluación de estas actuaciones.
En este enfoque se postula que la actuación social requiere partir de una definición básica de responsabilidad social de la organización, un conjunto de temas específicos que son objeto de responsabilidad, y una filosofía o modo de afrontar las cuestiones sociales. Como se dijo, es necesario contar con principios (descripción de responsabilidades), procesos (modos de respuesta) y políticas en aspectos sociales (respuestas concretas revisables).
Cada organización debe reflexionar acerca de su actitud ante la sociedad y sus necesidades, y asumir una postura «voluntaria», libérrima, acerca del papel que le toca desempeñar en el marco social en que se desenvuelve. Este punto enlaza con lo expuesto previamente en este libro: la necesidad que tiene toda organización de pararse a pensar en cuál es su misión específica, su razón de ser, para con las personas que la integran y para con el resto de la sociedad.
Se sugiere un esquema de actuación social que incorpora los elementos propios de un enfoque estratégico de dirección. En realidad, cuando la dimensión ética y de responsabilidad social es considerada de modo explícito y proactivo, lo más razonable sería que formara parte del propio proceso de dirección de la organización. En el enfoque estratégico tradicional, se tendría en cuenta la responsabilidad social de la organización a lo largo de todo el proceso de dirección, ésta es la consecuencia lógica de la tesis mantenida a lo largo. de todo este libro, la ética forma parte de la realidad en su conjunto, se trata de una dimensión transversal, que no tendría por qué ser tratada como un añadido.
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La responsabilidad social empresarial como «un concepto con arreglo al cual las empresas deciden voluntariamente contribuir al logro de una sociedad mejor y un medio ambiente más limpio».
En el mismo documento se afirma que «ser socialmente responsable no significa solamente cumplir plenamente las obligaciones jurídicas, sino también ir más allá de su cumplimiento invirtiendo más en el capital humano, el entorno y las relaciones con los interlocutores». El marco legislativo y reglamentario en el que se mueven las organizaciones es necesario, y en aquellos países en que éste no existe el primer esfuerzo de las instituciones públicas debiera ser el de asegurarlo, como se dice en el mismo texto de la Comisión citado.
Pero la reglamentación es el punto de partida, la actuación social ética lo incluye, aunque no se detiene ahí, es algo que surge cada vez que las personas de la organización se enfrentan a cuestiones de índole social, que reclaman una responsabilidad real, aunque no exista una sanción legal o económica. La actuación social ética reclama contar con una misión específica clara, con una visión
que marque las líneas de acción para lograr esa misión y con una estrategia de actuación.
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